27 formas de amor

Los científicos finlandeses de la Universidad Aalto han detectado 27 formas de amor. Lo leo un amanecer antes de levantarme, en la newsletter de noticias de Charo Marcos, y me quedo en la cama pensando en cómo se puede querer tanto y, sobre todo, con tanto matiz. Para mi sorpresa, descubro que, aunque mi escepticismo sigue ahí, marca registrada de la casa, una lucecita incipiente e intrusa se filtra por una grieta de mi habitual cerrazón.

Hoy es mi cumpleaños y, mientras escribo esto, con el café con leche a la izquierda del portátil, en la taza de flores azules de Silvia, Alessandra y Raquel, escucho a Rocío Jurado, protagonista del primer regalo recibido, el más inesperado, cantar Mi amante amigo. Está nublado, probablemente lloverá —siempre llueve en mis cumpleaños, en una ocasión hasta se me cayó el techo de la cocina por el peso del agua en el tejado, pero aún así lo celebré—, y yo sonrío y me emociono por el cariño que está y por el recientemente perdido y sin embargo atesorado para siempre.

Las mañanas son mi refugio, en concreto ese momento antes de salir de casa que empleo en desayunar con tranquilidad, alguna vez leer y sobre todo escribir mientras dejo entrar en mi intimidad las voces de aquellos a quienes quiero en alguna de esas misteriosas y bienvenidas 27 formas, que me permiten simultanear todos los afectos; las personas con las que comparto secretos y pasiones, pero también rutina, el día a día sin sobresaltos al que nunca le damos importancia y que, sin embargo, constituye sin duda el porcentaje más alto de nuestra existencia.

En su estudio, muy completo, los científicos también han intentado trazar un mapa, una geografía del cuerpo que sitúe cada tipo de amor en un lugar concreto de nuestra anatomía. La cabeza, las tripas, el corazón… las mejillas —yo me ruborizo cada dos por tres—… ante mí se extiende un código desconocido que me propongo descifrar: ¿«En calidad de qué» se quiere alguien?

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