
Científicos del Reino Unido han detectado por primera vez en la historia vapor de agua en la atmósfera de un exoplaneta, el K2-18b, a 110 años luz. Eso significa que quizás, algún día, el ser humano podrá trasladarse allí en caso de emergencia.
Esta muy bien saberlo por si tenemos que marcharnos.
Al mismo tiempo, políticos e investigadores del mundo entero intentan ponerse de acuerdo sobre el lugar adecuado para construir el TMT, el telescopio más avanzado y potente que se ha proyectado hasta el momento. No me imagino qué podrá ver quién mire a través de su lente maravillosa; lo que sí me llama la atención es cómo tendemos a creer que es en la distancia infinita, allí donde no alcanzamos a asomarnos, donde se encuentra siempre la solución.
Pienso en Bradbury y en el último relato de Crónicas marcianas, cuando los humanos se ven reflejados en la charca y se llaman marcianos a sí mismos, y de nuevo regreso a la importancia de los nombres, a como llamar a las cosas que nos definen de una forma u otra condiciona nuestro comportamiento y convierte la opción del silencio en válida y preferible.
Por eso algunas plantas crecen salvajes, sin ningún control.
Se me ha estropeado la cocina eléctrica y no puedo hervir el agua para la pasta.
Mi cuenta corriente atraviesa un periodo de anorexia severa.
Y aunque todavía controlo un poquito mi mente, mi cuerpo, por su cuenta, atraviesa una revolución.
Leo La luz azul de Yokohama y me acuerdo de los pocos días que pasé en Tokio.
Pronto se cumplirá un año de mi viaje más largo; una vida entera.
A veces pienso que no ha terminado aún.