La indulgencia

Será mejor que aprendas a vivir
entre la línea divisoria que va del tedio a la pasión.
Joaquín Sabina. «Esta boca es mía».
La Puerta del Sol al anochecer

Vuelvo a casa escuchando a Sabina y la ciudad es indulgente conmigo.

La ciudad siempre es lo que queda.

Es mi única certeza.

Cruzo el centro sin demasiada prisa. Es este el lugar al que pertenezco. Me gustan las luces que se encienden cada noche con la indiferencia de los dioses; el ruido del tráfico y los turistas. Creo que, incluso ahora, a menudo soy capaz de mirar como ellos, con su capacidad de asombro ante lo que yo veo todos los días. Supongo que eso es un poco lo que hay que hacer con todas las cosas. Ser capaz de sorprenderse una y otra vez; y rebelarse ante esa muerte lenta que implica cada final. ¿Cuantas veces se puede arañar la piel sin desangrarla?

Habrá más heridas.

Y hay mucha gente a mi alrededor.

Hoy no le he dado las gracias a alguien que se lo merecía, porque me ha hecho feliz y me ha devuelto un mundo entero. Es triste que las despedidas, inmediatamente después de producirse, siempre parezcan incompletas, como si lo que de verdad quisiéramos decirle a aquel de quien vamos a separarnos hubiera de permanecer en secreto.

La carta que no se envía.

La cita a la que se llega tarde.

El drama innecesario.

Los animales huelen antes el peligro.

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