‘Hasta hace poco no creía que los humanos pudieran elegir de manera voluntaria la soledad.’
Klara y el Sol, Kazuo Ishiguro

No estaba previsto que cayera en mis manos antes de su llegada a librerías Klara y el Sol, la primera novela que Kazuo Ishiguro le ha regalado al mundo después de recibir el Premio Nobel y que mañana, 3 de marzo, sale a la venta, pero finalmente así fue. Un cúmulo de afortunadas casualidades quiso que el lunes pasado, cuando faltaba muy poco para el mediodía, un ejemplar de la edición ya lista de Anagrama se posara a modo de avanzadilla y con apariencia inofensiva sobre el mostrador de Cervantes y compañía. Fue bienvenido y esa misma tarde me lo llevé a casa sin intención de empezarlo de inmediato, aunque, una vez más, la casualidad quiso que esta nueva previsión volara por los aires y el viernes me sorprendí a mí misma en el sofá, tapada ya solo con la manta violeta —la inminencia de la primavera me ha obligado a desterrar el edredón—, adentrándome en sus primeras páginas; una incursión que preveía visita fugaz y se convirtió en estancia prolongada, porque no creo que haya nadie capaz de “asomarse” a Klara y el Sol y escapar de su historia sin sumergirse en ella definitivamente.
48 horas después, en esta mañana soleada de domingo que he visto evolucionar al otro lado de la claraboya, alargando las horas en la cama, he terminado la lectura y, en caliente, todavía noqueada por el efecto de su conclusión, he pensado que debía volver al blog para, sin desvelar ni un ápice de la trama, recomendar fervientemente a todo el que pase por aquí que se haga cuanto antes con esta novela magnífica.
El orden de mis pensamientos ha sido el siguiente:
1. Jamás seré capaz de escribir así.
2. A veces se nos olvida que la buena literatura, sin descuidar la importancia del lenguaje como fin en sí mismo, siempre tiene presente que las palabras son las herramientas con las que llevar a cabo una investigación, la calidad de cuyo resultado depende del autor/detective. En esto, Ishiguro es un auténtico maestro: sus obras —y esta no es una excepción, sino uno de sus mejores ejemplos— encierran invariablemente un propósito de descubrimiento; el reto de iluminar las zonas de sombra de la naturaleza humana y sorprendernos, porque todo sobre lo que escribe, aunque a priori pueda parecernos lejano, nos implica. Habla de nosotros.

3. Cada vez es más frecuente el recurso a la ciencia ficción en la literatura contemporánea de calidad, y eso me gusta. Disfruté mucho de Nunca me abandones, con la que, sin duda alguna, la crítica comparará y tratará de relacionar Klara y el Sol; y también devoré el pasado verano los relatos de Exhalación, de Ted Chiang, publicados por Sexto Piso. Me resulta curiosa la necesidad de ir un paso más allá para comprender el hoy y describirnos a nosotros mismos en este tiempo, en el ahora… como si solo alguien que nos observe desde la perspectiva del futuro pueda retratarnos o, mejor, “descifrarnos” con precisión.
4. Lo anterior me lleva al núcleo temático de esta novela, tan bien resumido en su faja: ¿qué significa ser humano?, a lo que yo añadiría: ¿qué nos hace a cada uno de nosotros únicos e irrepetibles? Pues bien, Ishiguro ha encontrado una respuesta que colmará con creces la curiosidad del público y lo sorprenderá. A mí, la conclusión de este relato, que reflexiona sobre el peligro de la soledad y el lugar donde reside la identidad individual con una engañosa y seductora frescura, me ha golpeado el corazón y me ha arrancado unas lágrimas de reconocimiento.
Pero no voy a contar más.