Susana Martín Gijón: «Echo de menos personajes femeninos más normales»

Susana Martín Gijón fotografiada por José Manuel Romero

Las madres lo guardan todo y la de Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) no es una excepción, así que un día le enseñó a su hija un cuaderno que la escritora, una de las voces más populares de la novela negra actual, no recordaba, aunque era suyo. Lo había utilizado cuando era niña y estaba lleno de palabras. Tal vez en esas páginas de trazos infantiles empezó a gestarse la semilla de Annika Kaunda y Camino Vargas, las protagonistas de sus dos series literarias más conocidas, plagadas de crímenes y misterios… tal vez allí y también en los veranos en Sevilla, donde Martín Gijón, ahora una incansable trabajadora del lenguaje, convencida de que incluso hasta las reseñas más destructivas esconden algo que aprender, arramblaba con la biblioteca de su abuela, en la que inició sin saberlo un viaje que habría de llevarla, en una de sus paradas más dulces, hasta Alfaguara, la editorial de sus tres últimas novelas, que han sido tres éxitos: Progenie, Especie y la más reciente, Planeta.

—¿Por qué es en el género negro donde se siente más cómoda? 

Porque lo conozco desde bien pequeñita. A mi abuela le encantaba Agatha Christie y también Sherlock Holmes, pero sobre todo Agatha. También mi madre se empeñó en que leyéramos y, envolviendo las visitas en juego, nos llevaba todas las semanas a la biblioteca. Siempre nos dio plena libertad para elegir nuestras lecturas. Así fue como me aficioné al género. Primero a la novela detectivesca, de enigma… y luego, algo más tarde, al noir más puro de Chandler o Hammett.

—¿Soñaba ya entonces con ser escritora? 

No, no lo tenía tan claro, aunque siempre me gustó mucho leer y escribir, desde el principio. Sin embargo, hasta los 30 años, que fue cuando acabé mi primera novela, sólo escribí para mí, sin plantearme mostrar mi trabajo al público.

—Si hablamos de su primera novela, hablamos de la oficial de policía Annika Kaunda. 

Eso es. El primer título de la serie es Más que cuerpos.

—¿Cómo surgió el personaje de Annika?

Pocos años después de la crisis de 2008 me quedé en el paro. Entraba en la treintena y me planteé qué quería hacer con mi vida. De las crisis surgen las oportunidades y aproveché mi año de desempleo para escribir una novela. Me lo tomé como un reto. Así nació Annika.

—Y después de Annika, la inspectora Camino Vargas, protagonista indiscutible de Progenie, Especie y Planeta. Con ella, su trayectoria se consolida. ¿Cómo definiría su voz? 

¡Qué difícil es definirse a una misma! Mis historias respetan la estructura del thriller actual —capítulos cortos, mucha acción, texto ligero, relato adictivo— pero, al mismo tiempo, en la línea del género más clásico, contienen un gran poso social. También me gusta mucho bucear en la mente humana, profundizar en la psique de mis personajes.

—Es verdad que cada una de las novelas de la trilogía aborda un tema no sólo socialmente llamativo, sino también muy actual. ¿Cómo los «mezcla» con el crimen y qué herramientas utiliza más allá de los asesinatos para interesar al lector?

La novela negra más tradicional recurre a la violencia o la corrupción. Son comportamientos  inherentes al ser humano y nunca desaparecerán, pero yo prefiero acercarme a otros temas sociales más actuales y menos abordados desde el prisma de la narrativa policiaca. En Progenie son los modelos de familia y los diferentes tipos de maternidad; en Especie, el animalismo, el veganismo, la experimentación con animales y el estado de la industria alimentaria; y en Planeta, el cambio climático.

Luego, de forma transversal, reflexiono sobre otros aspectos de nuestra época, como la influencia y el manejo de las redes sociales, pero los tres temas que le he mencionado, como núcleos respectivos de cada uno de los tres títulos de la trilogía, son mi obsesión y la ficción me permite incorporarlos a la trama, mostrárselos al lector de forma inesperada y estimular la reflexión.

—Tal y como me lo cuenta, imagino que el trabajo previo a la escritura será arduo.

Me documento mucho, aunque no todo lo que leo o reviso acabe apareciendo explícitamente en el texto que escribo; y también busco expertos en las materias que analizo. Así lo hice, por ejemplo, para describir la planta química que aparece en Planeta. Hasta que no domino bien un tema, no empiezo a fabular sobre él. Fabulo solo a partir del conocimiento exhaustivo.

—Y todo esto sin renunciar a la sangre. Basta con leer las primeras páginas de Planeta para preguntarse de dónde saca unos crímenes tan atípicos.

Si le digo que los encuentro en mi mente, ¿suena muy perverso?

—O sea, que los inventa usted… ¿cultiva su imaginación en esa dirección para que «criminalmente hablando» sea cada vez más fértil?

Podría decirse así —ríe—. Paseo, me tumbo en el sofá… y la novela está en marcha en mi cabeza, una gran parte del proceso es interior.

—¿Hasta el punto de concebir la realidad en clave de crimen?

No, no hasta ese punto, aunque sí que es cierto que me fijo en algunas noticias y cosas por el estilo, pero no voy pensando siempre en lo mismo. Solo me pasa cuando estoy en el proceso obsesivo de creación de la novela, inmersa en ella. Esa parte me fascina. La tramas de este tipo exigen eso, son muy complejas y no permiten ningún cabo suelto.

Más normalidad

—Usted que la vive desde dentro, ¿echa algo de menos en la ficción criminal contemporánea?

Vivimos un momento en que se puede encontrar muy buena novela negra no sólo internacional, también española. Me gusta que las editoriales estén apostando por ella, pero lo que sigo encontrando son clichés.

—¿Por ejemplo?

Parece que, con incorporar a la trama una mujer investigadora, el éxito está garantizado y no es así. El resultado de esta tendencia es que, para aprovechar el tirón, están surgiendo muchos personajes femeninos sin pies ni cabeza, carentes de atributos reales y reconocibles. Echo de menos personajes femeninos más normales.

—¿Crees que el noir se ha convertido en esclavo de las modas?

No sé si lo será más que otros géneros, pero está claro que muchos autores se limitan a reproducir lo que ven que funciona y eso priva de frescura y aportaciones nuevas e interesantes al género policiaco.

—¿Todo el mundo se cree que puede escribir novela negra?

Algo tendrá cuando escritores consolidados y con mucho prestigio, que no necesitan ventas para nada, lo intentan también. Sin embargo, para mí no es un género fácil, porque a los elementos y obstáculos habituales presentes en cualquier otro tipo de narrativa hay que añadir el juego del gato y el ratón con el lector. De todas formas, y a pesar de los prejuicios que aún existen, la novela negra, poco a poco, está alcanzando el lugar de prestigio que merece.

Manuel Ríos San Martín: «El thriller es la excusa»

Manuel Ríos firmando ejemplares de su nueva novela en Cervantes y compañía

Manuel Ríos San Martín (1965) está leyendo Una historia natural de la humanidad y, antes de despedirse, me pregunta por La vida contada por un sapiens a un neandertal. Como lo tenemos, no duda en comprarlo. Durante el rato que pasamos juntos en la librería y que dedicamos principalmente a charlar sobre su título más reciente, Donde haya tinieblas (Planeta, 2021), una intriga que comienza con la extraña desaparición en Madrid de la jovencísima modelo rusa sin ombligo Karolina Mederev, Manuel me habla de su debilidad por el ensayo, de los tres enclaves religiosos que ha elegido para ambientar su nueva ficción criminal, en la que lo espiritual y lo mundano se funden en un perfecto equilibrio, y de un paisaje social, el actual, que ha obligado a los hombres de su generación a replantearse muchas cosas.

Con una brillante trayectoria profesional como guionista de televisión, en la que destacan títulos como Médico de familia o Compañeros, y una exitosa segunda novela, La huella del mal (Planeta, 2019), en la que rastreó el origen de la maldad humana por los sombríos escenarios de la prehistoria, Ríos San Martín nos presenta en Donde haya tinieblas a los investigadores Juan Martínez y Nuria Pieldelobo, y con ellos nos sumerge en un universo de extremos y choque generacional en el que la tensión no decae en ningún momento.

—¿Cómo surge la idea de Donde haya tinieblas? Meses antes del confinamiento me invitaron a dar una conferencia en Ávila y me quedé allí a dormir. Al día siguiente, dando un paseo por la catedral, descubrí que en el claustro tenían una exposición que mezclaba hechos políticos y hechos religiosos de la historia de la humanidad, y había una parte que trataba de la prehistoria…

—Una de sus etapas favoritas, como queda claro en su novela anterior, La huella del mal Exacto. En la exposición se mencionaba el pecado como el origen del mal e inevitablemente se citaba el Génesis, y se me ocurrió que, si en mi libro anterior había tratado yo mismo el concepto del mal pero desde un punto de vista biológico, podría resultar interesante abordarlo ahora desde esa perspectiva religiosa del pecado. Me pareció una buena manera de retomar uno de los temas fundamentales de la novela negra, pero desde un ángulo muy distinto al de La huella…

—Así que primero elige sobre qué reflexionar y luego inventa una trama. Eso es. Siempre escribo para contar algo más que el argumento evidente a simple vista, para mí el thriller es un poco la excusa, lo que engancha al lector, aunque en este caso la trama surgió muy rápido: del pecado original salté al Génesis, que es una relación de las numerosas oportunidades que Dios da a los hombres, de su perdón continuo, de su infinita misericordia. Revisé episodios como el del árbol de la fruta prohibida, el momento en el que Caín mató a Abel o las peripecias de Noe durante el diluvio… y comprendí que detrás de toda aquella carga simbólica se escondía una historia.

Martínez y Pieldelobo

—Y para protagonizarla eligió a la treintañera Nuria Pieldelobo y el cincuentón Juan Martínez, ambos miembros de la UDEV (Unidad de Delincuencia Especializada y Violencia). Seguro que ya se lo han dicho, pero no me resisto a decírselo yo también: él me recuerda mucho a usted. Efectivamente, me lo dicen mucho, pero él es mejor persona que yo. Compartimos la parte más familiar, pero yo soy más cañero.

—Hombre, Martínez es bastante cañero… sí, pero lo es a su pesar, porque quiere llevarse bien con todo el mundo.

—Con esos apellidos tan neutros, inspector Martínez Gutiérrez, he pensado más de una vez durante la lectura que su personaje es una metáfora con la que pretende retratar al hombre de su generación y el complicado lugar social en el que actualmente se encuentra. Gracias a mi trabajo y mi gusto por las redes sociales, creo que soy más moderno que los amigos que tengo de mi edad, porque muchos de ellos, aunque lo intentan, no logran entender este mundo, y eso me produce ternura. Así es Martínez, que trata de estar a la altura de las nuevas tecnologías y comprender a sus hijos, comprender a Nuria Pieldelobo; pero yo no soy así.

—¿Cree que en la actualidad tendemos a culpabilizar al hombre de más de 50 por su manera de pensar y comportarse? Esa es una cuestión muy polémica. Volviendo a Martínez, consciente de que no ha hecho grandes cosas por erradicar el patriarcado, se esfuerza por aprehender el discurso de Nuria Pieldelobo, que es completamente su opuesto. Sin ella la novela no funcionaría. Muchas de sus reflexiones están inspiradas en conversaciones con algunas de mis mejores amigas, que me han hecho ver con otros ojos la realidad de las mujeres. En cualquier caso, creo que nadie tiene la verdad absoluta: hay valores censurables en la esencia de mi generación, por supuesto que sí, pero también hay otros que merecen la pena; y lo mismo ocurre con los millennials. Lo importante es ser capaces de llegar a entenderse. Ese es uno de los mensajes de la novela.

—¿Cómo se le ocurrió esta pareja protagonista? Apareció. Siempre escribo el arranque de mis intrigas del tirón, así es como doy con el tono del relato, y esta vez me salieron 40 páginas casi sin pausa y un tono que me desconcertó. No sé por qué empecé escribiendo «Las redes sociales son una mierda», pero el caso es que a la editorial le gustó aquel principio y continué. Cuando avancé un poco más en la narración de la desaparición de Karolina, revisé lo que llevaba escrito para poner a prueba la verosimilitud de la novela y yo me la creí.

—El personaje de Karolina introduce en el texto, como contrapunto a lo religioso, todo lo relativo al mundo de la moda y las redes sociales. ¿Cómo consiguió que dos realidades tan diferentes empastaran tan bien? Hubo un momento en que llegué a pensar que tenía entre las manos dos historias distintas, pero luego comprendí que se trataba de una novela de dicotomías, de contrastes, en la que no solo los temas de fondo chocaban, sino también las personalidades de Martínez y Pieldelobo, como comentábamos antes. Que Karolina Mederev fuera una modelo famosa, además de regalarme un fantástico arranque de la acción, me permitió enfrentar a lo espiritual la frivolidad del mundo de la moda y dar espacio a las redes sociales, que hoy en día, en cualquier investigación, son ineludibles. No podemos ignorar los móviles y las redes, aunque eso haga el relato del crimen aún más difícil.

—Y en la construcción de ese relato, ¿qué es lo que siempre incluye y qué lo que a toda costa intenta evitar? Procuro, sobre todo, no aburrir, y lo hago cuidando mucho la estructura y el avance de la historia, así como el perfil de los personajes, que debe guardar relación con los temas principales de la ficción que lleve entre manos. Y lo que siempre intento incorporar a mis tramas es la emoción, la emoción no puede faltar nunca.