
*Hace justo un año, tuve el placer y la oportunidad de conversar con Matt Haig en Ibiza sobre sus novelas y, a partir de ellas, como ocurre siempre cuando se habla de libros, sobre un montón de cosas. Por desgracia, esta se convirtió en una de esas entrevistas que se quedaron en el tintero… hasta hoy. Como sabéis, me encanta compartir con vosotros en esta web mis textos «perdidos», Este es uno de ellos. Bienvenidos a algún momento del verano de 2024…
***
Matt Haig (Londres, 1975) tenía veinticuatro años y coqueteaba con las drogas y el alcohol cuando intentó suicidarse en Ibiza. Afortunadamente, no lo hizo, pero la experiencia lo alejó de la isla, a la que se prometió no volver. Sin embargo, y también afortunadamente, algunas promesas están ahí para que llegue el momento de romperlas y, al traicionarlas, superar nuestros miedos y cambiar nuestra forma de ver las cosas. Esa es la razón por la que, un cuarto de siglo después de aquel oscuro incidente, Haig ha publicado La vida imposible (ADN, 2024), una historia ambientada en la isla sobre la importancia del presente y la capacidad para disfrutar y trazar nuestro propio camino.
Me encuentro con el autor de La biblioteca de la medianoche (ADN, 2021)—el best seller del que ha vendido más de siete millones de ejemplares en todo el mundo— en un hotel cercano al puerto y a los pies del ibicenco barrio antiguo de Dalt Vila. Es una mañana de verano y Haig calza unas alpargatas de un verde militar a juego con su camiseta de manga corta. Lleva unos vaqueros negros y ligeros, y en su brazo izquierdo dos tatuajes me llaman la atención, el de una libélula y el de un pájaro de colores que parece haber escrito «Andi» con el pico. A lo largo de la conversación descubriré que su mujer se llama Andrea. Haig la mencionará cuando hablemos de la culpa, uno de los temas fundamentales de sus libros. Me dirá: «Cierta clase de culpa puede sernos útil. Hubo una época en que yo no fui un buen compañero para Andrea, pero la culpa me ayudó a mejorar. La terapia me enseñó que, aunque no podemos cambiar el pasado, sí podemos aceptar nuestras imperfecciones e intentar ser mejores en el futuro».

La joven Nora Sheed, en La biblioteca de la medianoche, trata de acabar con su vida y se despierta en un limbo donde la bibliotecaria de su instituto le entrega un grueso libro que recoge todos sus remordimientos y le permite «probar» cómo hubiera sido su existencia si sus decisiones, grandes y pequeñas, hubieran sido distintas. La anciana Grace Winters, en La vida imposible, se siente responsable del accidente en el que murió su único hijo cuando solo era un niño y deja que el tiempo se le escape como agua entre los dedos durante décadas, hasta que fallece su marido y ella recibe de parte de una amiga del pasado una inesperada herencia: la propiedad de una casa en Ibiza a la que, después de darle muchas vueltas al asunto, decide viajar.
«Elegí una mujer de edad avanzada como protagonista porque quería escribir sobre alguien que deja todo atrás, y hacerlo desde la vejez, cuando a priori ya no tenemos nada por delante y creemos que lo único que nos queda es el recuerdo, era lo más fácil. Además, mostrar Ibiza desde los ojos de Grace me ha permitido alejarme de los estereotipos que planean sobre este lugar. Como británico, soy muy consciente de ellos y no quería caer en la tentación de que la novela se convirtiera en una facilona carta de amor a la isla. Es mucho más».

Un frágil equilibrio
Haig tiene razón, La vida imposible es mucho más; y no solo porque la aventura de Grace supere con creces los límites de la mera visita turística y, gracias a la estela de su amiga muerta, se adentre en bellísimos paisajes submarinos, y coquetee con lo sobrenatural, sino también porque, por lo que respecta a la forma, esta nueva propuesta del autor, al igual que La biblioteca…, se mantiene en un difícil equilibrio entre la ficción más pura y la narrativa de desarrollo personal, aunque a la hora de definir su reciente trabajo él no tiene ninguna duda: «Es literatura. La prueba más clara de ello es que a partir de la historia nos formulamos preguntas. El ensayo nos ofrece respuestas; la ficción, preguntas. Yo me las hago constantemente. Quizás suene a cliché, pero lo cierto es que escribir es para mí la mejor de las terapias. Cuando más tranquilo me siento es mientras escribo el primer borrador de una historia, porque mientras escribo controlo el mundo y preguntas y respuestas surgen de forma espontánea. El misterio y el conocimiento nos gustan a la vez y en La vida imposible ambos orbitan alrededor de la fragilidad, la de los seres humanos, que se rompen, por ejemplo, al perder a un ser querido, y la de la naturaleza, que está en peligro. Asumir lo fácil que resulta esa fractura nos lleva a valorar más el estar vivos».
Conscientes de ese valor, lo que queda es saber cómo exprimir al máximo nuestros días y Haig conoce el secreto: «Debemos aprender a habitar el presente. Además, puede parecer una paradoja pero, a menudo, lo que nos impide vivir como queremos es el deseo extremo de vivir. He recorrido un largo camino desde mis veinte años hasta hoy, desde la persona que fui a la que soy, y en ese viaje mi paso por Ibiza supone una etapa importantísima. De hecho, creo que esta novela es mi manera de disculparme con la isla, a la que al principio no comprendí y ahora he comprendido por fin».